Parece que el otoño ya está llegando a Varsovia. Se ha girado un viento frío y el ambiente empieza a enrarecerse.
Esta mañana iba con la bici por la acera, y una mujer digamos, mayor ,(70 años) que caminaba con su perrito, en verme venir, se ha parado frente a mi y me ha empezado a gritar.
Yo iba escuchando una música celestial de Bach no lo suficientemente potente, que me ha permitido escuchar algunas de sus imprudencias verbales.La gente mayor se estresa considerablemente cuando ven una bicicleta por la acera. Es igual si voy a 0,5km/h, siempre se piensan que los quiero atropellar.
Ahora que la temporada de bici esta tocando a su fin, y con ya muchos gritos acumulados, hoy me he cansado de contestar que yo no me juego la vida por las carreteras de Varsovia y que no es culpa mía que en la calle Zelazna no haya carril bici, entrando así en una batalla dialectal difuminada por la velocidad del instante.
Así que finalmente esta mañana, he hecho algo que tenía realmente ganas de hacer: Tímidamente he ido levantado mi dedo del medio en formato de insulto, mientras iba cogiendo forma según me lo iba creyendo.
Y ha dado su resultado: La mujer ha callado de golpe y ha continuado su camino.
En un inicio me he sentido bastante mal, y espero no repetir este acto de mala educación muchas veces más. Pero ahora me siento realmente satisfecha: Ser ciclista es una bajada constante de autoestima; no tenemos un espacio propio para circular, y vaya por donde vaya, todo el mundo se siente invadido.
Quizá no sea el mejor de los procedimientos, pero me siento contenta de haber callado una boca más, en mi defensa y en la de todos los cityclistas.