Te despiertas pensando en que cumples 34 años y no puedes evitar cagarte en todo. Nunca te habías sentido mejor que ahora, pero porqué tienes que hacerte mayor, te preguntas. Estás en la cama, das media vuelta y recibes un sms. Imaginas que es esta felicitación que estabas esperando, cuando te sorprendes leyendo que tu amigo Santiago se ha muerto esta mañana.
Pausa.
Silencio.
Se que te acordabas del 18 de abril y seguramente nos habríamos reído pensando en que no habrá días en el calendario que habías de escoger justamente este. Pero un secreto entre tu y yo: para mi es un pequeño homenaje que tu muerte también me pertenezca.
Voy hacia el trabajo subida en la bici y observo a la gente que en ese momento comparten conmigo ese trozo de asfalto. Hoy estamos, pero quien sabe si mañana cuando pase a la misma hora faltará alguno.
El sentimiento de molestia se ha ido. Me doy cuenta de que, en realidad, quiero envejecer con la vida. Ni que sea para velarte en mi memoria.