Un grupo de chicas al lado de mi mesa cantan el cumpleaños feliz para una de ellas. Ha cumplido 27 y le han regalado un libro de Paulo Coelho. La de rizos le recomienda apasionadamente: A ella también le regalaron el año pasado y le ha ayudado mucho para descubrir “cosas” en las que nunca antes había pensado.
Se trata del Alquimista, pero hay muchos más, le comenta. Ella ya sigue todos sus tweets.
Creo que tenía 24 años cuando me leí el Alquimista. Sin considerarme ni mucho menos ninguna especie de gurú, la sensación que extraje fue que, si alguien podía hablar/recomendar devotamente ese libro, es que iba francamente flojo de espiritualidad.
El cumpleaños de X me ha hecho reflexionar: Cuándo empezamos a pensar- a cuestionarnos- a emitir juicios de valor.
Qué nos hace, en definitiva, despertar a la trascendencia?
Es un hecho natural observar el entorno, intentar comprenderlo y cuestionarlo. Analizar y buscar el sentido de la vida es, ha sido y será el misterio que todos, en algún momento de nuestra existencia, hemos tenido la esperanza de poder resolver antes de la muerte.
Así pues, de una forma natural, de la propia vida nace el pensamiento, y consecuentemente, la trascendencia.
Un pensamiento que, a pesar de las diferentes evoluciones individuales, goza de una historia colectiva de 4000 años. Milenios de filosofías y de reflexiones que desembocan en extensas bibliografías que descartamos leer. Por qué motivo? Nos falta educación filosófica.
Paulo Coelho y sus coetáneos representan la nueva espiritualidad: Historias con enseñanzas esenciales.
Puedo entender que a los 14 años el Alquimista sea el best seller de nuestras vidas, pero descubrir a los 27 años que en este libro hay cosas en las que no había pensado nunca antes, es preocupante, ya que induce a concluir que,
(-) X no había pensado nunca antes de los 27 años.
(+) X empezó a pensar a partir de los 27 años.
No desperdiciemos todo aquello que ya ha estado pensado y escrito. Crecer sobre lo que ya existe facilitará la evolución y mejorará la especie.